(NOTI-RIO) En el centro de Río Colorado, el hotel Ancona cuenta con quince habitaciones con muchas historias, sacrificios y ricas anécdotas que fue forjando la familia de José Storani, que con tan sólo cuatro años llegó de Italia a la Argentina junto a sus padres en 1923 huyendo de la guerra.
El edificio tiene hoy más de 51 años de vida y continúa en la administración de uno de los hijos del fundador, que sigue marcando tendencia en el rubro hotelero.
Como todo inicio, nada resultó fácil para la familia integrada por José (fallecido), María Sorbellini hoy con 94 años, también hija de italianos y sus hijos Inés (fallecida) y Eduardo (administrador del hotel). Vivieron momentos complicados, privados de muchas cosas, no tan sólo materiales, para lograr cumplir un sueño familiar que hoy continúa más latente que nunca.
La historia cuenta que en la década del 40 José comenzó a trabajar en el oficio de albañil, para levantar su propia casa con mucho esfuerzo, y en 1946 contrajo matrimonio con María.
En 1953, luego de una profunda charla, José y María, tomando coraje, dejaron sus respectivos oficios y alquilaron el hotel Italia, en el centro de esta localidad (hoy en ese espacio se encuentra el gimnasio Negra Barrionuevo) y, de esa forma, el matrimonio comenzó a incursionar en la hotelería.
Hoy Eduardo recuerda con mucha pasión varios pasajes que vivió cuando sus padres decidieron ampliar el proyecto para construir su propio hotel. Todo un desafío para dicha época. “Ya no querían seguir alquilando más, ellos deseaban tener algo propio. Compraron este terreno en el medio de la nada, rodeado de tamariscos, que con el tiempo, uno de los primeros vecinos del lugar fue erradicando con topadoras”, rememoró.
El matrimonio Storani se aferró al nuevo emprendimiento, luego de ver que la localidad en esos tiempos se encontraba en próspero crecimiento debido a su localización estratégica por la intersección de las rutas que iban hacia la Patagonia y además por la cantidad de empresas nacionales y extranjeras que trabajaban en la zona brindando servicios a diferentes puntos del país.
El gran día quedó marcado a fuego para la familia: el 17 de agosto de 1967, cuando los cuatro se mudaron para instalarse en su propiedad. “Cuando llegamos acá, el lugar sólo tenía piso de tierra y algunas de las habitaciones tenían revoque grueso. Y así, teniendo que sortear privaciones personales y con el esfuerzo de todos, se fue terminando y reacondicionando todo el hotel, que aún mantiene las quince piezas originales, aunque la fachada y las comodidades, sumadas a l a tecnología, van cambiando para adaptarse a la época actual”, reseñó Eduardo con algunas fotos en blanco y negro en sus manos que certifican el duro comienzo.